También conocido como Retablo del Epíscopado.- En contraste con el Retablo de la Virgen de Guadalupe y su mexicanidad, el Retablo del colateral frontero ostenta
un culto muy español- si bien ya universalizado-,
pues está dedicado a la Virgen del Rosario.
Según algunos autores el rosario es un instrumento
de oración tan antiguo como la iglesia, pero
según otros no cabe duda de que fue Santo
Domingo de Guzmán -uno de los más
destacados santos españoles- quien, inspirado
por la propia Virgen, inventó y propagó
la actual manera de rezarlo, meditando sobre los misterios
de la fe y dividiéndolos en gozosos, dolorosos
y gloriosos, empleándolo con gran entusiasmo
contra las herejías de los albigenses, quienes
atacaban la pureza de la virgen.
Casi no hay pueblo en España en donde no se venere
esta advocación de María y lo mismo puede
decirse de México, en donde la costumbre de rezar
el rosario se popularizó desde los principios
de la evangelización. Además este retablo,
igual que el anterior, está destinado a enaltecer
la Institución del Pontificado, y todas las imágenes
que acompañan a la Virgen del Rosario son, por
lo tanto, de obispos.
En el centro del retablo se destaca -dentro de un marco
rectangular- una representación pictórica
de la Virgen del Rosario, de pie, con el niño
en los brazos. La manera de representar esta imagen
recuerda el concepto iconográfico apocalíptico,
pues la figura se apoya sobre una luna y querubines.
La imagen aparece, además, coronada, y a ambos
lados se encuentran -sobre medallones ovales iguales
a los de la obra anterior-
Adviértase que los temas tratados son cinco gozosos
y un glorioso, que corresponden -mejor que la representación
de los temas dolorosos- al espíritu de glorificación
y enaltecimiento que informa estas obras. Arriba del
lienzo principal se encuentra otro medallón ovalado con otra pintura que representa la advocación
de la Purísima Concepción, o sea la conocida
imagen de la Virgen que simboliza el hecho de haber
sido concebida por sus padres sin la mancha del pecado
original. Esta devoción, cuando se construyeron
estos altares, aún no era dogma de fe, pero si
era ya muy popular entre la cristianidad, especialmente
en España, como veremos más adelante al
hablar del retablo mayor en donde esta advocación
ocupa el nicho central.
En la parte culminante de la composición religiosa
aparece la figura de San Nicolás de Bari,
obispo, quien nació en Asia Menor de familia
cristiana y que renunciando a los placeres de este mundo
repartió sus riquezas entro los pobres. Se le
conoce por su intervención en el Concilio
de Nicea y por haber obrado muchos milagros, convirtiéndose
por diversos hechos de su vida en patrono de los marinos
y en especial protector de los niños, oficio,
este último, por el que más se le conoce.
En la parte baja del retablo, en el medallón
central cercano al Sagrario aparece el busto de San
Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia y fundador
de las religiosas de la Visitación de Nuestra
Señora. Este santo se dedicó además
a la conversión de los calvinistas, sobre todo
entre la gente ilustrada y noble. Dejó escritos
varios libros de ascética que le valieron el
título de Doctor; y murió, siendo obispo
de Ginebra, en 1622. Seguramente que la lucha anticalvinista
que animó la vida de este hombre fue una de las
principales razones para que su imagen haya formado
parte de este gran retablo episcopal.
Otros ocho santos obispos - cuatro abajo y cuatro en
la parte alta del retablo- completan la estructura religiosa,
pero desgraciadamente de todos ellos sólo uno
conserva su nombre, en una filacteria que está
bajo sus pies. Se trata de San Paulino de Nola,
quien vivió entre los años de 353 y 431
y cuando joven fue cónsul en Campania. En una
ocasión sirvió de rehén para rescatar
al hijo de una pobre viuda, de manos de los vándalos,
en África. Se ordenó sacerdote en Barcelona
y murió siendo obispo de la ciudad de Nola en
donde edificó la iglesia de San Félix.
Nada sabemos de los otros siete obispos. La manera de
igualarlos mediante la indumentaria y la idealización
de los rasgos faciales, hace muy difícil su identificación;
y como carecemos de mayores datos para hacer suposiciones,
preferimos dejar sus nombres en blanco, antes que hacer
conjeturas sin ninguna base. Lo único que nos
parece pertinente es mencionar los nombres de algunos
santos ilustres que posiblemente se encuentran en este
retablo; por ejemplo: San Fructuoso mártir,
obispo de Tarragona; San Ildefonso arzobispo
de Toledo, tan venerado en España; San Luis,
obispo de Tolosa o San Braulio, obispo de Zaragoza,
quien por haber sido natural de dicha ciudad y especial
devoto de los mártires de Zaragoza, es difícil
que no se le hubiera incluido en estos altares.
Por otra parte hay que señalar algunas diferencias
de tipo iconográfico que se presentan entre las
imágenes de estos santos y las del retablo de
Guadalupe. Estos, en vez del báculo terminado
en doble cruz, llevan el tradicional bastón pastoral,
según puede verse en las ilustraciones. Los cuatro
de abajo llevan un libro que les da la dignidad de doctores.
Los dos del centro son barbados y usa gorros de viaje.
Los dos de los extremos son de menos edad, sin barba
y sin gorro. Los cuatro de arriba, como en el anterior
altar, llevan la mitra puesta y sólo el de la
extrema derecha no tiene barbas.
Otra delicada imagen del Agnus Dei decora la
puertecita del Sagrario, y la mesa de altar en los medallones
que ornamentan su frontal presenta motivos propios de
la devoción del rosario. Estos motivos, de izquierda
a derecha son: una filacteria con un rosario. que aludes
a los misterios gozosos; un corazón y un rosario,
en recuerdo de los misterios dolorosos y una corona
y un rosario, símbolo de los misterios gloriosos.
Las características escultóricas de las
imágenes que pueblan este retablo, son casi idénticas
a las del retablo guadalupano, y por lo tanto todos
los juicios que hemos emitido sobre la calidad artística
y valores iconográficos, son válidos también
en este caso.
Para tener una idea de la insistencia que se ha puesto
en poblar estos retablos de ángeles y de obispos,
mencionaremos que hernos contado 82 figuras de ángeles
y 37 de obispos -en cada retablo-, los cuales indudablemente
se colocaron para dar y mantener el tono peculiar de
que hemos hablado, dentro de la obra; es decir, para
producir y hacer sentir en el espectador la imagen de
la celestial¡dad y la dignidad de la jerarquía
episcopal.
(Continúa
con el Retablo de nuestra Señora de Guadalupe...)