El creciente sentimiento nacionalista novohispano,
quedó dignamente representado en la iglesia de
Santa Prisca, en el altar dedicado a la Virgen de Guadalupe,
que ocupa el crucero izquierdo, a un costado del Altar Mayor, justo enfrente al Retablo Sagrado de de la Virgen del Rosario.
Como es bien sabido
entre los mexicanos, la Virgen de Guadalupe se apareció
al neófito indio Juan Diego, oriundo de Tulpetlac,
el año de 1531 en el cerro del Tepeyac,
durante los días 9, 10, 11 y 12 del mes de diciembre.
Como ha dicho el doctor Francisco de la Maza: "Esta
tradición sencilla, ingenua y hermosa, única
en el mundo en su aspecto final, produjo y produce un
intenso y apasionado culto en todo México, de
tal forma que la imagen ha llegado a ser todo un símbolo patrio.

Virgen de Guadalupe más grande del Mundo, 145
kg.
de Plata pura. Develada: 29 / agosto / 2015
"En el retablo puede verse que la franja central
de la estructura del retablo está dedicada a
exponer, en ocho pinturas, los momentos más importantes
de la historia de la aparición. En la parte media
se destaca la pintura de la virgen misma, sobre un gran
lienzo rectangular, fiel a su composición tradicional
de linaje apocalíptico.

A cada lado de ésta
existen tres medallones, que de izquierda a derecha
representan las siguientes escenas:

Primera aparición;
Segunda aparición; Juan
Diego rodeado de españoles, seguramente personas
de la Mitra;

Juan Diego y el obispo Zumárraga
y la Tercera aparición;
La imagen de la Virgen
aparece en la ultima
y Cuarta aparición, cuando
la Virgen le da las rosas a Juan Diego. Creemos que
esta escena, según la leyenda, debería
estar antes que la anterior; sin embargo, parecen haber
estado colocadas así, siempre.

Sobre la pintura
principal, hay otro medallón semejante a los
anteriores, que representa uno de los primeros milagros
que hizo la Guadalupana al curar a un pariente de Juan
Diego que estaba muy enfermo.
Es evidente que José de la Borda supo muy bien
la importancia que tenía este culto -bandera
del criollismo- y la significación que él
mismo le concedía dentro del templo, al dedicarle
uno de los retablos de mayor alcurnia eclesiástica.
Seguramente con ello quiso ser grato a la población
novohispana.

En la parte superior o remate del retablo, aparecen
cinco santos obispos; el que se destaca al centro de
los otros cuatro -investido con el palio arzobispal-,
por su colocación más elevada nos parece San Isidoro Arzobispo de Sevilla, quien fue un
santo muy venerado y popular en la Madre Patria. Él
fue quien consolidó la unidad de la fe en España;
fue además escritor fecundo y erudito, muy estudiado
en la Europa medieval. Muerto en el año 636,
ostenta el título de Doctor de la Iglesia. Este
santo fue hermano de otros tres: San Leandro y San Fulgencio,
obispos a su vez, y de Santa Florentina, abadesa.
De los cuatro obispos que escoltan a San Isidoro sólo
dos tienen filacterias que nos digan con certeza de
quiénes se trata. Uno de ellos es San Laureano
y otro San Eugenio.
San Laureano fue originario de Hungría y obispo de Sevilla
en la primera mitad del Siglo lV. Fue martirizado en
Italia por orden de Totila y su cabeza se venera en
Sevilla.
San Eugenio, fue
obispo de Toledo y según la leyenda, discípulo
de San Dionisio Arcopagita. Murió martirizado
en París. Considerando que estos tres santos
fueron obispos en España, es posible que la mayor
parte de los obispos que aquí aparecen estén
relacionados de alguna manera con este país,
por lo que se nos ocurre que los otros dos restantes
pueden ser San Olegarlo y San Fulgencio.
San
Olegario fue monje y abad y después obispo
de Barcelona y arzobispo de Tarragona, habiendo vivido
de 1060 a 1136.
San Fulgencio,
hermano de San Isidoro de Sevilla, fue obispo de Écija
y de Cartagena. Murió hacia el año 619
y se considera también Doctor de la Iglesia.

Acerca de los cuatro obispos que se localizan en la
parte baja del retablo, sólo dos están
identificados por llevar su nombre inscrito, y son: San Julián y San
Malaquías.
San Julián fue obispo de
Cuenca, y murió en 1208, distinguiéndose
como apóstol de los sarracenos y por la caridad
que desplegó entre los pobres. Es representativo
de la vigilancia en la virtud de la castidad y a veces
se le representa con la palma del martirio, que recibe
de manos de la virgen, porque trescientos diez asíos
después de su muerte se halló su cuerpo
fresco e intacto, y junto a él y a sus bien preservadas
vestiduras habia una palma tan verde como si acabara
de cortarse.
San Malaquías vivió entre 1094 y 1148, fue hibernés
de origen, noble de sangre, muy santo desde joven, y
su ascendente carrera eclesiástica: sacerdote
a los 25, cuando se ordenaban entonces a los 30, obispo
a los 30 y luego Primado, le llegó en contra
de su sincera humildad, virtud por la cual se hizo notable.
Predicó, fue extraordinariamente caritativo,
redujo a la paz a sus feligreses, que eran salvajes
por naturaleza, viajó a Roma, realizó
muchos milagros y murió en el monasterio francés
donde estaba San Bernardo, en Cliveaux. Se le considera
también como pontífice confesor. Posiblemente
por todas estas numerosas virtudes, San Malaquías,
aunque no fue español ni su vida tuvo nunca ninguna
relación con este país, fue colocado en
este altar para ejemplificar en su distinguida persona
las grandes virtudes que pueden reunirse en un obispo
y honrar a los católicos irlandeses que fueron
tan perseguidos por los protestantes. Por otra parte
las dotes proféticas que también lo distinguieron
pueden haber sido otra de las razones de su presencia
en este altar.
Se nos ocurre que el santo obispo sin barba, de la extrema
derecha del retablo, pudiera ser San
Leandro, hermano de San Isidoro y San Fulgencio.
San Leandro, fue también arzobispo de Sevilla,
apóstol de los visigodos, y se le considera Doctor
de la Iglesia. Murió en el año 600. Seguramente
murió joven pues Murillo lo representó
sin barba.
Cerca del sagrario del altar, representado
en busto, emerge la figura de San
Simpliciano, arzobispo de Milán que murió
en el año 400. Desgraciadamente no hemos podido
mucho de la vida y obras de este santo.
(Continúa
con el Retablo Principal ó Mayor)